CELEBRACIÓN PENITENCIAL"El Caminante" |
ENCUENTRO
N° 4
ORACION
DE PREPARACION:
Padre
Santo:
Renueva
en mi la gracia de la Pascua. Concédeme la gracia de la conversión interior.
Abre mis ojos para que sepa descubrir y reconocer el mal que hice.
Ayúdame
a celebrar bien este sacramento, para que recorra con decisión el camino hacia
vos, como el hijo pródigo, y pueda corresponder a tu perdón y a tu fiesta.
LECTURA
BIBLICA:
El padre misericordioso
Jesús
dijo también: "Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo
a su padre: 'Padre, dame la parte de herencia que me corresponde'. Y el
padre les repartió sus bienes. Pocos días después, el hijo menor
recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó
sus bienes en una vida licenciosa. Ya
había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y
comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno de
los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar
cerdos. El
hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los
cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y dijo: '¡Cuántos
jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome
de hambre! Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre,
pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo,
trátame como a uno de tus jornaleros'.
Entonces
partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos,
su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo
abrazó y lo besó. El
joven le dijo: 'Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco
ser llamado hijo tuyo'. Pero el padre dijo a sus servidores: 'Traigan en
seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y
sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado'. Y comenzó la fiesta. |
“...Volveré a mi Padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y
contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo, trátame como a uno de tus siervos.
Partió, pues, de vuelta a la casa de su padre.
Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión, corrió
a echarse a cuello y lo abrazó” (Lc 19,18-20)
En relación con Dios
¿Está mi corazón dirigido a
Dios de tal manera que con verdad lo ame sobre todas las cosas?
¿Me acuerdo de Él cada día
para agradecerle y para ofrecerle mis trabajos, alegrías y dolores?
¿Me comunico con Él en la oración
y en la Misa de los domingos?
¿Tengo confianza en Él tratando
de descubrir qué es lo que quiere de mi vida?
¿O más bien creo en los adivinos
y me dejo llevar por lo que dicen las cartas, los horóscopos, las
supersticiones y todos aquellos que especulan con mi futuro?
¿Me he preocupado de que mi fe no
se apague, sino que crezca en el conocimiento de Cristo y de su Palabra, tal
como me la enseña la Iglesia?
¿He hablado irrespetuosamente de
las cosas sagradas o he tomado en vano el nombre de Dios?
En relación
con el prójimo
¿He
sido para mis hermanos causa de alejamiento de Dios, con mis palabras o
acciones?
¿Causé daño a la vida, a la
salud o a la buena fama de cualquier persona?
¿Hablé mal de alguien,
criticando o chusmeando? ¿Diciendo la verdad o con mentira?
¿Insulté o falté el respeto a
alguien?
¿Maté al indefenso con el aborto
o aconsejé a otros que lo hicieran?
¿He hecho partícipes de mis
bienes (bienes materiales, ideas, tiempo, afecto,...) a los que tienen menos que
yo o soy egoísta y no sé compartir lo mío con otros?
¿He sido paciente con los demás
miembros de mi familia?
¿He sido fiel en mi noviazgo o
matrimonio, con las obras, el pensamiento, el deseo?
¿Me preocupo por educar bien a
mis hijos, ante todo con mi ejemplo?
¿Trato de vivir mi noviazgo con
seriedad, dejándome guiar por Cristo y por la Iglesia?
¿He actuado con sinceridad y he
manifestado siempre la verdad?
¿Cumplo con la palabra empeñada,
o miento engañando y estafando a los demás para provecho propio?
¿He robado algo?
¿He sido buen compañero en el
trabajo y en el estudio?
¿Cómo
uso mi tiempo y los dones que Dios me dio?
¿He tenido cuidado de mi salud?
¿He cometido abusos o excesos en
la alimentación o en la diversión?
¿He vivido ordenadamente mi
sexualidad, de acuerdo a mi estado de vida?
¿He sido responsable con mis
obligaciones?
¿Trato de mejorar o cambiar las
cosas de mi carácter que no son buenas?
Jesús, mi Señor y redentor
Yo me arrepiento de todos los
pecados
Que he cometido hasta hoy,
Y me pesa de todo corazón
porque con ellos ofendí
a un Dios tan bueno.
Propongo firmemente
No volver a pecar, y confío en
que
Por tu infinita misericordia,
Me has de conceder
El perdón de mis culpas
Y me has de llevar
A la vida eterna
¿Qué
pecados tengo que confesar?
Todo pecado grave que no hayamos confesado nunca o si volvimos a cometerlo después de la última confesión.
Todo pecado venial que recordemos, después de hacer un sereno examen de conciencia. Estas faltas cotidianas a veces nos pasan inadvertidas porque nos hemos acostumbrado a convivir con ellas. Por eso nos ayuda examinarnos interiormente, en la presencia de Dios, para ver cuáles son las actitudes que debemos procurar cambiar en relación a Dios, a los demás, a las cosas...
¿Cada
cuánto tiempo hay que confesarse?
La Iglesia enseña que por lo menos una vez al año, para la Pascua, y en peligro de muerte. Pero también nos enseña que es muy conveniente confesarse en forma habitual, aunque uno no tenga pecados graves
¿Qué
debo hacer para confesarme bien?
· Primero pienso sin apuro aquellas cosas por las cuales tengo que pedir perdón. Para esto me puede ayudar un examen de conciencia
· Me acerco al sacerdote y puedo empezar diciéndole el tiempo que pasó desde mi última confesión. Luego empiezo a confesar los pecados que recuerde haber cometido: sean graves o no.
· El sacerdote me ayudará a arrepentirme de corazón y quizás me guiará con su palabra. Luego me dará una penitencia, para reparar el mal que hice y mostrar mi deseo de cambiar.
· Rezo el acto de contrición.
· El sacerdote me absuelve, o sea, en el nombre de Dios perdona todos mis pecados y me devuelve la amistad con Dios.
¿Por qué debemos confesarnos?
Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella, para santificarla” (Ef. 5,25-26)
Sin embargo cada uno de nosotros –que formamos la Iglesia de Cristo- estamos expuestos a la tentación continuamente. Y muchas veces preferimos seguir nuestros caminos. Y no realizar en nuestras vidas las enseñanzas de Jesús. Nos alejamos de Dios y perdemos su Gracia. Ahí es cuando necesitamos recomponer esa relación de amistad con Cristo y reconciliarnos con Dios, nuestro Padre, reconociendo nuestro pecados y asumiendo nuestras culpas.
¿Para
qué sirve la confesión?
Para que ese pecado sea perdonado por Dios. A través de este Sacramento, Dios, que es rico en misericordia, nos perdona y nos libra del mal. Así puedo estrenar un corazón nuevo, un corazón de carne, renovado por la Gracia, que será capaz de volver al camino recto y de vivir como Cristo nos enseña para encontrarnos en paz.
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