ORIENTACIONES PARA LA PASTORAL DE ADOLESCENTES

LOS TIEMPOS NUEVOS

AREA DE  ADOLESCENTES DE LA JUNTA DIOCESANA DE CATEQUESIS


III- CONTENIDO DE LA PASTORAL DE ADOLESCENTES

7-  Jesucristo, evangelio del Padre.

  Sólo Jesucristo es capaz de dar sentido a nuestras vidas, de conducirnos hacia aquella plenitud  que desde el bautismo se nos ha prometido. Sin Jesucristo, redentor del hombre, no hay identidad verdadera, libertad plena, amor oblativo y fraternidad sincera. 

“En el centro de la catequesis encontramos esencialmente una Persona, la de Jesús de Nazaret, [...] En este sentido, el fin definitivo de la catequesis es poner a uno no sólo en contacto sino en comunión, en intimidad con Jesucristo: sólo él puede conducirnos al amor del Padre en el Espíritu y hacernos partícipes de la vida de la Santísima Trinidad.” [1] 

  Basados en esta afirmación esencial, podemos decir con toda certeza que el principal contenido de toda catequesis es la persona de Cristo. Hemos de procurar llevar a nuestros jóvenes al encuentro con Jesucristo vivo,[2] sólo así daremos impulso a nuestras acciones pastorales. El encuentro con Jesucristo vivo, si es auténtico, lleva consigo la aceptación de un estilo de vida renovada no sólo para el joven o  el adolescente, sino para toda la Iglesia. 

8- Verdad que ilumina nuestro actuar.

   Desde esta verdad  que ilumina todo nuestro actuar catequístico en orden al encuentro con Cristo, nos vemos impulsados a unirnos “con todo aquello con lo que el propio Jesucristo estaba profundamente unido: con Dios, su Padre, que le había enviado al mundo y con el Espíritu Santo, que lo impulsaba a la misión con la Iglesia, su Cuerpo, por la cual se entregó con los hombres, sus hermanos, cuya suerte quiso compartir.”[3] Esto debe llevarnos a preguntarnos seria y responsablemente como animadores y asesores si Jesucristo es el centro de nuestras vidas, de nuestra acción pastoral.  En ocasiones constatamos que el contenido de nuestras catequesis se ve diluido por las dinámicas o cuestionamientos de moda. Metodológicamente podremos comenzar tratando de despertar interrogantes a partir de situaciones vitales, pero nunca debemos olvidar que el mensaje, el contenido central debe ser el encuentro vital con Jesucristo. Si esto no se logra, todos los otros temas pierden su verdadero sentido en la evangelización. La celebración del año jubilar ha dejado en nosotros un dinamismo nuevo que debe impulsarnos a desarrollar iniciativas nuevas y eficaces en pos de la evangelización. En este sentido, todo lo que nos propongamos, con la ayuda de Dios, debe estar fundado en la contemplación y en la oración.[4]

 9- ¿ Qué hemos de hacer? 

“No se trata, pues, de inventar un nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el Evangelio y la Tradición viva. Se centra, en  definitiva, en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar para vivir en él la vida trinitaria y transformar con el la historia, hasta su  perfeccionamiento en la Jerusalén celestial. (NMI 29). 

   Es tarea de la catequesis, acompañar en la integración a la propia vida de todas las consecuencias derivadas de la opción fundamental por Cristo. Por esto podemos incluir como “contenido de la catequesis”:[5] la santidad, vocación irrenunciable a la que hemos sido llamados desde el bautismo, debemos redescubrir todo su valor programático y proponerla como el más alto grado de la vida cristiana ordinaria; [6] el conocimiento de la fe en todos sus aspectos; la dimensión litúrgica, ya que la comunión con Jesucristo conduce a celebrar su presencia salvífica en los sacramentos y particularmente en la Eucaristía; la formación moral, puesto que la conversión a Jesucristo implica caminar en su seguimiento y por lo tanto se deben inculcar en los discípulos las actitudes propias del Maestro; la oración con los mismos sentimientos de Cristo: adoración, alabanza, súplica, confianza, acción de gracias; la vida comunitaria, ya que Dios nos creó como seres sociales y Cristo nos llama a unirnos en la Familia de la Iglesia, y: la acción misionera, como una lógica consecuencia del deseo de compartir la Buena Nueva, que implica la invitación a comprometerse en el propio ambiente y atender a la dimensión vocacional de la formación. 

10- La Iglesia comunidad donde crecemos y maduramos como  discípulos.

    A este Jesús lo recibimos el día de nuestro Bautismo en la Iglesia. En ella comenzamos a conocerlo, a amarlo, a compartirlo. Es en la comunidad cristiana en donde crecemos y maduramos como discípulos, y desde ella nos lanzamos a compartir con los demás hombres la Buena Noticia.  Por esta razón  no debemos olvidar la dimensión eclesial de toda catequesis. “El verdadero sujeto de la catequesis es la Iglesia.”[7] Misterio de fe que continúa en la historia la obra de Cristo, la Iglesia cuenta con los jóvenes que desde el bautismo han sido llamados a trabajar con todas sus fuerzas por el Reino de los Cielos, invitándolos a sentirse parte activa de ella y experimentarla como lugar de comunión y participación.[8] En no pocas ocasiones se puede constatar que muchos jóvenes están abiertos a la persona de Cristo, pero no a la Iglesia y a sus instituciones. Este hecho nos interpela. La fidelidad al evangelio nos exige una respuesta clara y una conversión sincera.


[1] CT 5.

[2] IA 10.

[3] DCG 81.

[4] Cf. NMI 15.

[5] Cf. DCG 85 – 86.

[6] Cf. NMI 30.31.

[7] DCG 79.

[8] Cf. Puebla 1184.

 

"El Caminante"


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