Declaración de la 155º Comisión Permanente del la Conferencia
Episcopal Argentina
1. La celebración del
Bicentenario merece un clima social y espiritual distinto al que
estamos viviendo. Urge recrear las condiciones políticas e
institucionales que nos permitan superar el estado de confrontación
permanente que profundiza nuestros males. La situación actual
requiere una actitud de grandeza de parte de todos los argentinos,
en particular de sus dirigentes. También nosotros, como pastores,
nos sentimos interpelados por esta situación y no nos excluimos del
examen de conciencia que se debe hacer.
2. La que sufre es la Nación toda; no es momento para victimizarnos
ni para procurar ventajas sectoriales. “Aunque a veces lo perdamos
de vista, la calidad de vida de las personas está fuertemente
vinculada a la salud de las instituciones de la Constitución cuyo
deficiente funcionamiento produce un alto costo social”1 . La
calidad institucional es el camino más seguro para lograr la
inclusión de todos en la comunidad nacional. Por eso, es necesario
que los poderes del Estado, de acuerdo a su naturaleza, actúen
respetando su legítima autonomía y complementándose en el servicio
al bien común.
3. Si toda la Nación sufre, más duramente sufren los pobres. Este es
un reclamo del cual nos volvemos a hacer eco, porque se trata de una
deuda que sigue vigente, y que se lee “en los rostros de miles de
hermanos que no llegan a vivir conforme a su dignidad de hijos de
Dios”2 . Por ello, es el momento de privilegiar la sanción de leyes
que respondan a las necesidades reales de nuestro pueblo, y no de
detenerse en opciones fijadas por intereses que no tienen en cuenta
la naturaleza de la persona humana, de la familia y de la sociedad.
4. La Patria es un don que hemos recibido, la Nación una tarea que
nos convoca y compromete nuestro esfuerzo. Asumir esta misión con
espíritu fraterno y solidario es el mejor modo de celebrar el
Bicentenario de nuestra Patria.
5. Los cristianos invitamos a todos los hombres y mujeres de buena
voluntad a unirse a nosotros en la oración para invocar al Señor,
que es la fuerza de su pueblo, y a pedirle por nuestra querida
Patria argentina: “Salva a tu pueblo y bendice a tu herencia;
apaciéntalos y sé su guía para siempre”3 . Una vez más ponemos estos
deseos y esperanzas en las manos de Nuestra Madre de Luján.
155º Comisión Permanente
Buenos Aires, 10 de marzo de 2010 |