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Fiesta patronal en el Carmelo de Gualeguaychú

El obispo de Gualeguaychú, Mons. Jorge Lozano, presidió este 16 de julio la misa en honor a Ntra. Sra. del Carmen, en el Monasterio de las Carmelitas Descalzas de Gualeguaychú.

En su homilía destacó que "estamos aquí reunidos porque estamos ciertos del cumplimiento de la promesa de Dios, estamos aquí reunidos junto a las Hermanas, que siguen la espiritualidad de Santa Teresa del Monte Carmelo en la certeza y en la alegría que nos provoca el encuentro con Dios, estar de frente a Dios. Y estamos también nosotros para renovarnos en el envío y en la misión. También nosotros como Elías, como el discípulo amado somos profetas en este tiempo. Profetas de cosas muy sencillas, no necesitamos como dice Francisco hacer grandes cursos para ser discípulos de Jesús, damos simplemente testimonio del amor que tenemos y del amor que percibimos que Dios nos tiene. Rezar el Padre Nuestro es un gesto profético, en un mundo dividido por guerras y discordias, en un mundo en que impera el egoísmo y en el que cada uno hace su vida sin importarle de los demás; rezar el Padre Nuestro es una profecía cumplida de sabernos y reconocernos hermanos."

Luego destacó que "rezar el Ave María es también es una profecía cumplida, porque le decimos a la Virgen feliz de ti por haber creído sabiendo que esa misma alegría y felicidad está también en nosotros por la alegría de la fe".

Lozano dijo además que "servir a los pobres atender a los débiles y los enfermos es también  una profecía en un mundo que valora solamente la fortaleza y desprecia a los débiles, a los que lloran. Estamos todos llamados en la alegría de la fe en este día que celebramos a la Virgen María como Madre del Carmelo, a poder renovarnos en estos mismos sentimientos". Concluyó pidiendo "al Señor por intercesión de María a quién quiso regalarnos como Mamá que nos acompañe en cada momento de nuestra vida, que nos ayude a renovarnos en esta profunda alegría de la fe y de la misión para que podamos junto con el profeta Elías mirar el horizonte y alegrarnos con los tiempos nuevos de alegría para todo el pueblo que el Señor nos regala, para poder percibir no tiempos de desgracia sino tiempos del consuelo de Dios y de su cercanía como Padre que nos quiere y quiere tenernos en la palma de su mano".

 

Homilía Nuestra Señora del Carmen – Carmelo de Gualeguaychú –

16.7.2014

Esta fiesta de la Virgen María en la advocación de Nuestra Señora del Carmen, hace que miremos, que pongamos nuestra atención en el monte Carmelo, y esta advocación ubicarla allí.

Un monte que en la tradición del pueblo de Israel, también recogida esta tradición en los primeros cristianos y también ahora, es un lugar particular de encuentro con Dios. Y no encuentro de cualquier manera y de cualquier persona sino especialmente de aquellos que tenían vocación profética o que buscaban consagrar su vida al encuentro con Dios.

Y así la Primera Lectura nos ubicaba allí al profeta Elías con uno de sus discípulos en una actitud de oración. De oración para encontrarse con Dios, pero también para escucharlo para percibir de parte de Dios una señal de lo que habría que anunciar. Por eso Elías envía 7 veces - en lenguaje bíblico quiere decir - muchas veces, a ondear el horizonte hasta encontrar una señal. El profeta empecinado en confianza con Dios sabe que Dios no es un Dios mudo sabe que a habla, pero también sabe que habla a través de señales que hay que saber percibir. Es un Dios que se expresa y se manifiesta al corazón de aquellos que le aman y que le buscan con perseverancia, no es un Dios que se manifiesta de entrada o rapidito mientras uno hace otras cosas.

Es un Dios que habla mientras el profeta permanece en oración y envía permanentemente a su discípulo a mirar desde la cima del monte Carmelo el horizonte sobre el mar hasta poder percibir en aquel tiempo de sequía una voz, una señal de Dios de que la sequía había llegado a su fin y que comenzaba de nuevo para el pueblo tiempos de alegría, y tiempos de prosperidad. En otra montaña también desde lo alto, Jesús como otro profeta, como el nuevo Elías profetiza a María ser la Madre de todos los creyentes y al discípulo amado ser el hijo de la Madre.

En otra montaña Jesús vuelve a profetizar y como toda profecía salida de la boca de Dios es un anuncio cumplido no es una promesa “a ver si se cumple”, sino que es una promesa realizada. Jesús profetiza y realiza aquello que profetiza y pone a su Madre, como Madre de los discípulos, como Madre de todos nosotros. Hoy mirando al monte Carmelo, mirando al monte de la crucifixión desde aquellas alturas Dios confirma esa profecía. Confirma que en el horizonte vienen tiempos nuevos y de alegría para todo el pueblo. Como se los señalaba Elías, y nos confirma también a nosotros la maternidad de la Virgen sobre todos los discípulos: “Aquí tienes a tu Madre, y a Ella le reitera aquí tienes a tus hijos” y estas dos profecías son las que vamos cumpliendo en este camino de la Iglesia en este punto. La alegría por los tiempos mesiánicos, por los tiempos de la salvación de Dios lo que el Papa Francisco nos exhorta, nos llama, casi nos empuja a la alegría del Evangelio, a la alegría de la fe. A la alegría de sabernos amados por Dios y a la alegría de dar testimonio de ese amor de Dios. El Monte Carmelo es no solo lugar de encuentro con Dios para la alegría personal, sino también lugar del envío para la misión. Y mirándola  a María sobre el monte Carmelo como patrona de todos los profetas, como Reina de todos los profetas, Reina del Carmelo. Y mirándolo de nuevo a Jesús en la cruz que con inmenso amor nos redime y nos regala a su madre para acompañarnos en el camino de la fe, renovamos hoy también nosotros estos mismos sentimientos. Por un lado el de la certeza del cumplimiento de la promesas de Dios. Estamos aquí reunidos porque estamos ciertos del cumplimiento de la promesa de Dios, estamos aquí reunidos junto a las Hermanas, que siguen la espiritualidad de Santa Teresa del Monte Carmelo en la certeza y en la alegría que nos provoca el encuentro con Dios, estar de frente a Dios. Y estamos también nosotros para renovarnos en el envío y en la misión. También nosotros como Elías, como el discípulo amado somos profetas en este tiempo. Profetas de cosas muy sencillas, no necesitamos como dice Francisco hacer grandes cursos para ser discípulos de Jesús, damos simplemente testimonio del amor que tenemos y del amor que percibimos que Dios nos tiene. Rezar el Padre Nuestro es un gesto profético, en un mundo dividido por guerras y discordias, en un mundo en que impera el egoísmo y en el que cada uno hace su vida sin importarle de los demás; rezar el Padre Nuestro es una profecía cumplida de sabernos y reconocernos hermanos.

 Rezar el Ave María es también es una profecía cumplida, porque le decimos a la Virgen feliz de ti por haber creído sabiendo que esa misma alegría y felicidad está también en nosotros por la alegría de la fe.

Servir a los pobres atender a los débiles y los enfermos es también  una profecía en un mundo que valora solamente la fortaleza y desprecia a los débiles, a los que lloran. Estamos todos llamados en la alegría de la fe en este día que celebramos a la Virgen María como Madre del Carmelo, a poder renovarnos en estos mismos sentimientos. Pidamos entonces al Señor por intercesión de María a quién quiso regalarnos como Mamá que nos acompañe en cada momento de nuestra vida, que nos ayude a renovarnos en esta profunda alegría de la fe y de la misión para que podamos junto con el profeta Elías mirar el horizonte y alegrarnos con los tiempos nuevos de alegría para todo el pueblo que el Señor nos regala, para poder percibir no tiempos de desgracia sino tiempos del consuelo de Dios y de su cercanía como Padre que nos quiere y quiere tenernos en la palma de su mano. Que así sea.

 

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