Entre Ríos - Argentina

 
 

 

 

       

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Luciano Lonardi fue ordenado sacerdote

El diácono Luciano Lonardi recibió la ordenación presbiteral de manos de Mons. Jorge Lozano en una celebración realizada frente a la parroquia Ntra. Sra. del Perpetuo Socorro de Larroque.

La celebración, realizada en la noche del viernes 19 de septiembre, contó con la participación de un amplio número de sacerdotes del clero diocesano y de fieles que siguieron con atención cada momento de la Misa.

En su homilía, Mons. Lozano, habló sobre la tarea de ser pastor y la misión de apacentar el rebaño de Dios. "Para apacentar hay que saber auscultar el corazón humano. Hay que saber qué es lo que el corazón humano necesita". Y agregó que "la salvación que nos ofrece Jesucristo tiene una dimensión universal. Abarca todas las dimensiones de la existencia humana. Por eso hay que saber escuchar y mirar. Y escuchar más que hablar. Y mirar más que dar respuestas sin sentido. Estamos llamados a ser contemplativos del corazón humano y de los que acontece.Un obispo argentino decía hace muchos años que tenemos que tener un oído en el pueblo y otro en el Evangelio. Y de eso se trata, de saber auscultar el corazón humano, de saber percibir lo que necesitamos y aquellos dramas que claman por Dios y reclaman por parte de nosotros, sus ministros y servidores, estar cerca de nuestros hermanos para poder alcanzarles esta experiencia de un Dios que es amor y buen pastor".

Luego dijo que podemos preguntarle a Jesús "cuáles de tus ovejas tenemos que apacentar. Cuáles son tus ovejas. Y el Señor nos dice que todas. También en varias parábolas del Evangelio nos enseñó que su corazón de Buen Pastor tiene lugar para toda la humanidad, que nada queda fuera del amor salvífico de Dios y de la obra redentora de Jesucristo".

"Ovejas suyas para apacentar son todos estos hermanos pertenecientes a distintas comunidades de la diócesis. Podríamos decir que son aquellos que están permanentemente en nuestras comunidades celebrando la fe, dando testimonio de la fe, sirviendo en el amor a los hermanos, participando de la oración, de la vida de los sacramentos. Todas estas personas son las que el Señor te confía. Y cuando Él dice: “apacienta mis ovejas”, te las está presentando y mostrando".

"También tenemos que apacentar a los que en un tiempo estuvieron y después se fueron. Aquellos que, habiendo recibido el bautismo y los sacramentos en nuestras comunidades, no se han sentido tratados como hermanos. O como expresa la parábola de la semilla, las angustias y preocupaciones del mundo hicieron ahogar la semilla evangélica que hemos sembrado. Nos decía el Papa Benedicto XVI que la nueva evangelización se dirige particularmente a estas personas y hermanos que recibieron el bautismo y ahora no se sienten miembros de la Iglesia. O incluso a veces sienten que los tratamos mal o no los consideramos. Algunos se alejaron por preocupaciones y problemas del mundo, otros se alejaron por nuestro pecado, por nuestra incoherencia, por no seguir nosotros, sus ministros, los pasos de Jesús. O por haber sido tratados mal en alguna ocasión en alguna comunidad cristinas. También a ellos el Señor te pide que los apacientes. Nos pide que no nos contentemos con la ovejas que quedan en el redil sino que sepamos buscar a las que andan extraviadas y perdidas".

"Y también el Señor nos pide que busquemos a quienes nunca estuvieron pero están llamados a estar. Hermanos nuestros que no han escuchado el llamado de Jesús o que han oído hablar de Él como un personaje de la historia pasada pero sin vida. También a ellos, que están en nuestras ciudades, en nuestra patria y el mundo entero, el Señor nos llama a buscar para apacentar, para que pueda haber un solo rebaño y un solo pastor".

"Francisco nos habla de esta manera de mirar a las ovejas en su totalidad con la imagen tan significativa de las periferias. Buscar particularmente a los que se encuentran, dice él, en periferias geográficas, los que viven lejos. Entonces te pido que en las comunidades donde te toque ejercer el ministerio sacerdotal busques a quienes viven más lejos del centro parroquial. Periferias geográficas que tienen que ver también con otros lugares de la patria y con todo el mundo. Tu experiencia de trabajo pastoral en la Infancias y Adolescencia Misionera te hace percibir con claridad que la misión de la Iglesia es toda la humanidad. Que no se restringe ni a una comunidad, capillas, parroquia o diócesis, sino que estamos llamados a abarcar en nuestro ministerio a todo el mundo".

"Apacienta mis ovejas es entonces, también, estar con la preocupación por la misión ad gentes y, por qué no, si sentís que Dios te llama para eso, también seguir sus pasos en estas periferias geográficas".

 

Texto completo de la Homilía

Felicidades Luciano. Felicidades también para todos nosotros como Iglesia diocesana. La escena evangélica que escuchábamos recién nos relata el último de los encuentros de Jesús resucitado con sus discípulos que nos narra el Evangelio de san Juan. Y es en una mañana, después de haber estado muy de madrugada sentados a orilla del lago con cierta nostalgia del maestro y sin tener todavía una experiencia clara de la Pascua. Entre ellos estaba, por un lado, el recuerdo vivo de la pasión y muertes de Jesús, de la traición, del abandono, del sufrimiento del Maestro. Estaba también el recuerdo de lo que poquitos días antes había sido la aparición de Jesús en medio de ellos estando cerradas  las puertas del lugar donde se encontraban, por miedo a los judíos, nos había dicho el mismo evangelista san Juan. Y es en este contexto entre tristeza y todavía no acabar de creer que Jesús se apareció nuevamente cuando ellos estaban pescando y provocó una pesca milagrosa. Y allí habían reconocido a Jesús que los estaba esperando en la playa con un pescadito a las brasas y algo de pan.

Y después de haber comido y conversado un rato, Jesús se lo llevó aparte a Pedro y le preguntó lo que escuchábamos recién en el Evangelio. Lo interrogó acerca del amor. Y a cada una de las respuestas de Pedro, el pedido de Jesús fue: “apacienta mis ovejas”.

Apacentar, que en la tradición del pueblo de Israel y en los pasajes evangélicos, es lograr que el rebaño tenga bebida y comida. Y en la simbología que esto tiene, como cantábamos en el salmo, es lograr que el rebaño pueda vivir en paz, en alegría, en esta promesa universal en la montaña santa.

Nosotros somos aquellos a quienes hoy sigue llamando Jesús y nos vuelve a decir lo mismo: apacienta. Vos lo querés a Jesús, escuchaste su voz, escuchaste que te llamó. Y como respuesta a esta iniciativa de Dios le dijiste que sí. Le dijiste que querés seguirlo. Y él te pide hoy que apacientes, como gesto y prueba de este amor que decís tener por Él.

Y para apacentar hay que saber auscultar el corazón humano. Hay que saber qué es lo que el corazón humano necesita. Cuáles son estas bebidas y estos alimentos para el espíritu, para el afecto, para la vida de familia, para el trabajo, para todo lo que tiene que ver con la persona humana. La salvación que nos ofrece Jesucristo tiene una dimensión universal. Abarca todas las dimensiones de la existencia humana. Por eso hay que saber escuchar y mirar. Y escuchar más que hablar. Y mirar más que dar respuestas sin sentido. Estamos llamados a ser contemplativos del corazón humano y de los que acontece. Un obispos argentino decía hace muchos años que tenemos que tener un oído en el pueblo y otro en el Evangelio. Y de eso se trata, de saber auscultar el corazón humano, de saber percibir lo que necesitamos y aquellos dramas que claman por Dios y reclaman por parte de nosotros, sus ministros y servidores, estar cerca de nuestros hermanos para poder alcanzarles esta experiencia de un Dios que es amor y buen pastor. Apacienta a mis ovejas.

Y Pedro le podría haber preguntado a Jesús, y le podemos preguntar nosotros, a cuáles de tus ovejas tenemos que apacentar. Cuáles son tus ovejas. Y el Señor nos dice que todas. También en varias parábolas del Evangelio nos enseñó que su corazón de Buen Pastor tiene lugar para toda la humanidad, que nada queda fuera del amor salvífico de Dios y de la obra redentora de Jesucristo.

Ovejas suyas para apacentar son todos estos hermanos pertenecientes a distintas comunidades de la diócesis. Podríamos decir que son aquellos que están permanentemente en nuestras comunidades celebrando la fe, dando testimonio de la fe, sirviendo en el amor a los hermanos, participando de la oración, de la vida de los sacramentos. Todas estas personas son las que el Señor te confía. Y cuando Él dice: “apacienta mis ovejas”, te las está presentando y mostrando.

También tenemos que apacentar a los que en un tiempo estuvieron y después se fueron. Aquellos que, habiendo recibido el bautismo y los sacramentos en nuestras comunidades, no se han sentido tratados como hermanos. O como expresa la parábola de la semilla, las angustias y preocupaciones del mundo hicieron ahogar la semilla evangélica que hemos sembrado. Nos decía el Papa Benedicto XVI que la nueva evangelización se dirige particularmente a estas personas y hermanos que recibieron el bautismo y ahora no se sienten miembros de la Iglesia. O incluso a veces sienten que los tratamos mal o no los consideramos. Algunos se alejaron por preocupaciones y problemas del mundo, otros se alejaron por nuestro pecado, por nuestra incoherencia, por no seguir nosotros, sus ministros, los pasos de Jesús. O por haber sido tratados mal en alguna ocasión en alguna comunidad cristinas. También a ellos el Señor te pide que los apacientes. Nos pide que no nos contentemos con la ovejas que quedan en el redil sino que sepamos buscar a las que andan extraviadas y perdidas.

Y también el Señor nos pide que busquemos a quienes nunca estuvieron pero están llamados a estar. Hermanos nuestros que no han escuchado el llamado de Jesús o que han oído hablar de Él como un personaje de la historia pasada pero sin vida. También a ellos, que están en nuestras ciudades, en nuestra patria y el mundo entero, el Señor nos llama a buscar para apacentar, para que pueda haber un solo rebaño y un solo pastor.

Francisco nos habla de esta manera de mirar a las ovejas en su totalidad con la imagen tan significativa de las periferias. Buscar particularmente a los que se encuentran, dice él, en periferias geográficas, los que viven lejos. Entonces te pido que en las comunidades donde te toque ejercer el ministerio sacerdotal busques a quienes viven más lejos del centro parroquial. Periferias geográficas que tienen que ver también con otros lugares de la patria y con todo el mundo. Tu experiencia de trabajo pastoral en la Infancias y Adolescencia Misionera te hace percibir con claridad que la misión de la Iglesia es toda la humanidad. Que no se restringe ni a una comunidad, capillas, parroquia o diócesis, sino que estamos llamados a abarcar en nuestro ministerio a todo el mundo.

Apacienta mis ovejas es entonces, también, estar con la preocupación por la misión ad gentes y, por qué no, si sentís que Dios te llama para eso, también seguir sus pasos en estas periferias geográficas.

Periferias que son también existenciales, nos dice Francisco, y que tiene que ver con los que están atravesados por el dolor, el sufrimiento. Y los que viven de alguna manera también en esta experiencia de no sentirse abarcados por el corazón de Dios. Es nuestra misión estar cerca de estas situaciones también.

Y por último Francisco nos habla de las periferias en el sentido de los ámbitos socioculturales: Aquellos lugares en los que hace falta anunciar el Evangelio. Las universidades, la educación, la vida social y política. Todos los ámbitos de organización humana que sirven o no para la cultura del encuentro y la amistad social. Tu corazón de pastor tiene que estar abierto a estas periferias y a todas las ovejas que el Señor te va mostrando.

Y esto lo hacés no como un superhéroe ni como alguien solitario sino como parte de un presbiterio. Un presbiterio que peregrina en una diócesis. Somos todos nosotros responsables solidariamente de la evangelización de todas las ovejas que circulan en este sur de la provincia de Entre Ríos. Dentro de un rato yo te voy a imponer las manos y también los presbíteros como un gesto de comunión y fraternidad sacramental que queda sellada para que puedas ejercer el ministerio en comunión con otros.

Y este apacentar las ovejas tiene que ver con el amor a Jesús. El origen de la pregunta es “¿Pedro, me amas?”. Luciano: ¿amas a Jesús?. Si lo amas, apacienta sus ovejas.

El apóstol Pedro en la primera carta que escuchábamos en la lectura nos dice que él, siendo presbítero con otros presbíteros, es testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de su gloria. Y nosotros estamos llamados también a ser testigos de estos sufrimientos de Jesús. Lo hacemos a través de la meditación de su Palabra, de los pasajes de su pasión, de la contemplación de estos misterios y también a partir de lo que es, como nos dice Francisco, tocar la carne de Cristo sufriente en el pueblo.

Una canción muy antigua decía: “la Pasión sucede hoy”. Y es así: la pasión sucede en la carne de nuestros hermanos más pobres. Ellos son carne sufriente de Cristo. Jesús en el Evangelio quiso identificarse con ellos y el Papa Francisco nos pide que en nuestra misión evangelizadora de manera particular los tengamos en cuenta.

Y esta carne sufriente de Cristo está en los enfermos, en los que son adictos, en los pobres, en los que están en la cárcel, en aquellos que son despreciados. Para poder ser testigos de los sufrimientos de Cristo, como nos decía la carta de Pedro, tenemos que estar cerca de nuestros hermanos que más sufren. Y para poder ser entonces partícipes en la gloria que el Señor tiene para manifestarnos.

Tocar a Cristo en la carne sufriente de los pobres, de los pecadores, hace crecer en nosotros un corazón misericordioso. Hace unos días veía un reportaje que le hacía a un cardenal europeo; y el periodista le preguntaba si a él no le parecía que el Papa Francisco hablaba mucho de la misericordia. Y este cardenal se sonrió y le dijo: “pero usted me está preguntando algo que tiene su misma respuesta, es como si me dijera que el Papa Francisco habla mucho de Jesucristo o del Evangelio”. Hablar de la misericordia es hablar del corazón del Antiguo y del Nuevo Testamento. Y nosotros estamos llamados a ser ministros de misericordia. Mediante el sacramento de la reconciliación, fundamentalmente, pero también a través de estos gestos de cercanía que son también de misericordia para con los hermanos que sufren.

Vas a presidir también la Eucaristía, sacramento de la unidad, en el que el Señor mismo se hace presente entre nosotros para alimentarnos con su Cuerpo y Sangre y para hacer el principio de la unidad cristiana. Viví entonces este momento como una puerta que se te abre a una camino de servicio y cercanía para con los hermanos. A un camino de felicidad para vos y para las comunidades que te toque servir.

Estamos celebrando esta ordenación delante de esta parroquia dedicada a Ntra. Sra. del Perpetuo Socorro. La Virgen que te vio crecer en la fe, en el amor a Jesús y en este discernimiento vocacional, te acompaña y nos acompaña a todos en la vida de la Iglesia para que podamos también con nuestra vida, servicio, misericordia y ternura, transformar una sociedad apática e indiferente en una sociedad humana capaz de vivir la alegría de la fe y de dejarse iluminar por la alegría del Evangelio.

Que el Señor te bendiga y nos bendiga mucho a nosotros a través de tu ministerio sacerdotal.

 

 

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