"Sean uno para que
el mundo crea" |
CARTA PASTORAL
DE MONSEÑOR JORGE
EDUARDO LOZANO,
OBISPO DE
GUALEGUAYCHÚ,
CON MOTIVO DE LA
ASAMBLEA DIOCESANA
“SEAN UNO PARA QUE EL
MUNDO CREA”
AÑO DEL SEÑOR 2010
I
INTRODUCCIÓN
Queridos hermanos:
¡ Feliz Pascua! y ¡Feliz
Pentecostés!
Estamos transitando
estos días tan importantes para nuestra vida. ¡Qué sería de nosotros
sin la Pascua! San Pablo nos decía que “si Cristo no Resucitó es
vana nuestra predicación y vana también la fe de ustedes… seríamos
los hombres más dignos de lástima” (I Cor. 15, 14 ss). Es Él
quien da sentido a nuestra vida y a toda nuestra tarea pastoral.
En casi todas las
comunidades han participado en la primera etapa para “ver la
realidad” que vivimos. En el Anexo está la síntesis de esos aportes
que fueron acercados en la Misa Crismal del Miércoles Santo. Es
notable cómo hubo tantas coincidencias en las propuestas. Teniendo
en cuenta esos Aportes escribo esta Carta Pastoral.
¿Qué es una Carta
Pastoral?
Es una carta que escribo
como Pastor a las comunidades que el Señor me confía. Es un texto
que escribo como obispo diocesano.
En esta Carta no están
todos los planteos ni menos aún todas las respuestas. Quiere ayudar
a la reflexión desde la fe en las comunidades, para buscar juntos
algunos principios iluminadores.
¿Cómo trabajar esta
Carta Pastoral?
Presentamos algunas
preguntas orientadoras que ayudan a pensar, y que hay que contestar
para recoger los aportes en cada comunidad que nos permitan seguir
avanzando en este camino de Asamblea Diocesana.
Pero empecemos por el
principio. Lo primero, primero. Vamos a rezar.
El Papa Juan Pablo II
nos enseñó que “antes de programar las iniciativas concretas hace
falta promover una espiritualidad de comunión” (Nmi 43) para que
nuestra tarea brote de la contemplación del Rostro de Cristo. (cfr.
id 28 – 29).
Por eso, compartimos un
momento de oración con la Palabra de Dios.
Te invito a tomar el
Evangelio. Vamos a leer y meditar la hermosa alegoría que nos enseña
acerca de “Jesús, la verdadera vid” (Jn. 15, 1-11). Invocá al
Espíritu Santo, y leé pausadamente este pasaje del Evangelio y
rezalo junto con otros. Pedile al Espíritu (Maestro interior) te
ayude a saborear cada renglón cada enseñanza. Algunas palabras que
son clave en el relato: Padre, vid, sarmientos, fruto, vida,
permanecer, amor, gozo…
Terminando este primer
momento de oración, te comparto algunas reflexiones sobre los
aportes de la primera etapa del VER. Debajo de cada título está
expresada la Debilidad o Fortaleza consignada en la síntesis
Diocesana.
II
REFLEXIONAMOS A
PARTIR DE LA SITUACIÓN ECLESIAL
1) Todos somos parte
de la Vid. Todos somos Iglesia
(falta de compromiso de
los laicos en tareas pastorales)
Como fruto de la Pascua
Jesús derramó la fuerza del Espíritu Santo sobre los discípulos, y
los envió a bautizar y predicar. (Mt. 28, 19 – 20)
Bautizar: para
que todos los hombres lleguen a ser hijos de Dios.
Predicar: para
que todos sepamos cómo vivir de acuerdo a lo que Jesús enseñó. Y
esto para ser felices. La fe no nos limita la vida. Al contrario,
nos muestra el camino para vivir en plenitud, para que nuestro gozo
sea perfecto nos decía recién Jesús. (Jn 15,11)
Por el Bautismo somos
incorporados al Cuerpo de Cristo, la “verdadera vid” que es la
Iglesia. Todos somos llamados a la santidad. Todos a participar de
la vida de la comunidad cristiana. Todos a ser discípulos
misioneros. En el Libro de los Hechos de los Apóstoles vemos cómo
vivían los primeros cristianos. Ellos compartían la oración,
escuchaban las enseñanzas de los Apóstoles sobre la vida de Jesús y
el modo propio de vivir la fe cristiana, atendían a los pobres,
salían a misionar, preparaban a quienes se iban a bautizar (cfr. Hch
4, 32-37; 5, 12 – 16). Ni en los Evangelios, ni en las cartas de San
Pablo vamos a encontrar que hay cristianos de primera y otros de
segunda. No, no. Todos hemos bebido de un mismo Espíritu. Todos
somos las ramas y los frutos de la misma vid que es Cristo.
La fe es un regalo de
Dios para compartirlo. Los dones de Dios son para el bien común de
la Iglesia. No son adornos para lucir cada uno, sino bienes que Dios
da para hacer crecer y embellecer a su familia.
“La falta de
compromiso de los laicos en tareas pastorales” que a veces
percibimos manifiesta una fe vivida débilmente, y una pertenencia
floja a la comunidad. Es como si algunos dijeran: “Como no me siento
parte no me comprometo”.
Pareciera que ven a la
Parroquia o la Capilla como si fuera un club. “Yo pago la cuota y
vengo cuando tengo ganas”. Pero sin la “pasión por la camiseta”. No
todo es así, lo sabemos. Hay gran cantidad de catequistas,
voluntarios de Caritas, ministros de la comunión, miembros de
Comisiones diversas… gran cantidad de cristianos que entregan su
tiempo, sus talentos, su aporte económico. Pero no alcanza. Tenemos
que cuidarnos de no sobrecargar siempre a los mismos con exceso de
actividades.
También es bueno pensar
por qué la gente no se acerca más; si nosotros tenemos algo que
modificar. Yo les propongo en estas páginas algunas causas posibles:
La predicación o la
catequesis no es sólo decir verdades o comentar el Evangelio. Es
hacer que la Palabra llegue al corazón para que “Jesucristo sea
encontrado, seguido, amado, adorado, anunciado, y comunicado a
todos” (DA 14). Si hablamos de Èl como contando proezas de
alguien del pasado (como de San Martín que cruzó los Andes) no
movemos el corazón de nadie. Anunciamos a Jesucristo que está VIVO y
camina junto a nosotros. Tal vez debamos renovarnos en la fe. Los
próximos puntos tienen que ver con eso: formación – espiritualidad,
y conversión pastoral.
2) Necesidad de un
camino de formación – espiritualidad
(falta de formación de
agentes pastorales y laicos en general)
El discipulado y la
misión no terminan nunca. Siempre somos discípulos necesitados de
aprender a los pies del Maestro. Y esta necesidad la tenemos todos:
fieles laicos, religiosos, consagrados, sacerdotes, obispos; todos
somos discípulos, y nunca dejamos de serlo.
Formarse es más que
tratar un tema, por más importante que sea. Es encontrarnos con
Jesús para que Él modele nuestro corazón de discípulo.
¿Dónde encontramos a
Jesús? En muchos “lugares”. Te comento de algunos que son muy
importantes:
- En la Sagrada
Escritura es Dios mismo quien nos habla. Es importante conocer la
Biblia y aprender a orar con ella (Lectio divina) -
En la Eucaristía
celebramos la presencia viva de Jesús Resucitado que se nos da como
alimento. Es la oración de la familia de Dios. También en los otros
sacramentos.
- En la oración
personal y comunitaria Él está con nosotros. Así nos lo enseñó:
“Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy
presente en medio de ellos” (Mt 18, 20)
- En la comunidad
cristiana y en la tarea misionera.
- En los pobres, los
afligidos, los enfermos, los presos (cfr. Mt 25, 37 – 40). “La
misma adhesión a Jesucristo es la que nos hace amigos de los pobres
y solidarios con su destino” (DA 257)
- En el Magisterio de la
Iglesia. El Papa, los Obispos, nos muestran a Jesús y nos enseñan
cómo seguirlo.
En todos estos “lugares”
y en algunos más, Jesús se deja encontrar para ayudarnos a crecer en
amistad con Él.
Te decía que la
formación no es sólo tratar un tema. Tiene una dimensión
espiritual que lleva a la experiencia de Encuentro con Jesús que
ilumina nuestra vida y nos conduce por su Espíritu. Tiene también
una dimensión intelectual que “se expresa en una reflexión
seria, puesta constantemente al día a través del estudio que abre la
inteligencia, con la luz de la fe, a la verdad” (DA 280). Nos
capacita para el diálogo, el discernimiento, el juicio crítico de la
cultura.
Hay problemáticas nuevas
y viejas que requieren ser reflexionadas desde la fe.
Vivimos en un tiempo en
que se ha instalado lo que el Papa llama la “dictadura del
relativismo”. Como si por el simple hecho que alguien dice “yo
lo pienso así” o “yo lo siento así”, eso ya fuera suficiente para
que no se pueda cuestionar nada. Se va deteriorando la existencia de
la Verdad misma.
Hay miradas
reduccionistas acerca del ser humano, y se absolutizan cuestiones
que son ciertas parcialmente. Así, por ejemplo, se afirma: “el
hombre es agua”, “el hombre es impulso sexual”, “el hombre es su
cuerpo”…
¿De estos temas opinamos
según lo que leemos en revistas de moda o programas de TV? ¿O
tenemos un juicio crítico bien fundamentado?
Después diré algo
también acerca de la necesidad de la Doctrina Social de la Iglesia.
3) Necesidad de
conversión pastoral
(falta de comunión entre
grupos: comunicación e integración)
Otro de los factores que
puede desalentar el compromiso es que algunos están aferrados en sus
puestos, y no permiten que haya renovación. Cuanto mucho invitamos a
otros a hacer “lo que siempre se hizo y como siempre se hizo”, pero
estamos poco abiertos a recibir aportes nuevos.
Cuando en una comunidad
entran los celos, los chismes, las ganas de figurar, y otras
mediocridades, esa comunidad pierde belleza y atractivo. Es un grupo
que se mira a sí mismo y no al vasto campo que hay que cosechar.
Necesitamos ahorrar
esfuerzos, conocernos más, comunicarnos y comunicar bien las cosas
que hace cada grupo. Necesitamos una espiritualidad de comunión, que
nos ayude a rezar juntos para trabajar juntos. Crecer en conciencia
de pertenecer a la misma vid. Es imperioso fortalecer los vínculos
comunitarios, en un tiempo en que la fe se vive muy aisladamente y
sin una clara conciencia de familia. Muchos buscan una especie de
cristianismo sin Iglesia, y hasta una religión a su medida. “La
vocación a la comunión del pueblo de Dios es un llamado a la
santidad comunitaria y a la misión compartida, que sólo son posibles
por la acción del Espíritu. Toda la Iglesia y todos en la Iglesia
estamos llamados a formar comunidades santas y misioneras”. (Nma 62)
La santidad es una
vocación de cada uno y de todos. Por eso en el credo rezamos nuestra
fe en la Iglesia Santa. Tan importante es la comunión que el Lema
que tomamos para este tiempo de Asamblea es “sean uno para que el
mundo crea” (Jn. 17)
Es importante un proceso
de renovación y conversión de nuestras parroquias, capillas,
comunidades educativas… (cfr. Nma 72 y DA 365)
La “conversión pastoral”
busca hacernos crecer en actitudes de apertura, de diálogo y
disponibilidad para impulsar la participación efectiva de todos los
fieles. Nos lleva también a mirar a la Iglesia como madre que sale
al encuentro de sus hijos y ofrece en cada comunidad una casa
acogedora y cordial.
“La conversión
pastoral de nuestras comunidades exige que se pase de una pastoral
de mera conservación a una pastoral decididamente misionera”. (DA
370).
4) “La Iglesia existe
para evangelizar”
(falta espíritu
misionero)
Cuando la fe queda
reducida a algunas normas o prohibiciones, o una práctica esporádica
o salteada no nos toca el corazón.
“Nuestra mayor amenaza
“es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el
cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la
fe se va desgastando y degenerando en mezquindad”. A todos nos toca
recomenzar desde Cristo, reconociendo que “no se comienza a ser
cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el
encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo
horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”. (DA 12)
Por eso la misión no es
una actividad más o algún proyecto a desarrollar cada tanto. Forma
parte de nuestra vida cristiana. La misión es permanente.
La conversión pastoral
acerca de la cual reflexionábamos recién nos lleva a dar una
impronta misionera a la pastoral ordinaria, a lo que hacemos todos
los días. Desde cómo atendemos en la Secretaría a quienes vienen a
anotar una intención para la misa, o averiguar por un bautismo o
casamiento, o pedir un certificado. También en cómo recibimos a
quienes vienen a la misa, o a la catequesis o a Caritas. ¿Ellos se
van con la experiencia de haber sido bien recibidos y bien tratados?
¿o tienen la sensación que nos molesta que vengan?
Parte de la misión es
hacer las cosas de todos los días con el “estilo evangélico de
Jesús”. Esto nos exige disponernos para acoger cordialmente, ser
amables y bondadosos, dar tiempo al hermano.
La misión también es ir
casa por casa llevando el testimonio y la alegría de la fe a los
vecinos. En este sentido hablamos de una “dimensión geográfica” de
la misión.
Pero hay también otra
“dimensión ambiental o sectorial”. Por ejemplo: la escuela, el
hospital, las cárceles, las diversas organizaciones de la sociedad…
A todos y a todo el mundo hemos de comunicar el mensaje del Señor.
5) La familia es un
tesoro
(falta de participación
de la familia y de una pastoral familiar)
La familia se involucra
poco en la educación de los hijos. Es común escuchar a los docentes
decir que los papás vienen poco a la escuela, y cuando vienen en
general es para quejarse. La familia es la célula básica de la
sociedad, lo sabemos y lo repetimos permanentemente. Pero cada vez
los papás participan menos de la catequesis de sus hijos y de los
sacramentos. Qué importante es ayudar a las familias para la oración
en común. Debemos promover el diálogo entre los esposos, y entre
ellos y los hijos.
Hay dos factores que
golpean duro a las familias: el hedonismo e individualismo cultural,
y la pobreza y exclusión social. Esta última lleva muchas veces a
convivir hacinados, sin trabajo digno, y es fuente de desintegración
o violencia familiar.
En tiempos de hedonismo
e individualismo, es muy importante fortalecer los vínculos que unen
a los miembros de una familia. Cuando hay individualismo crece el
desentenderse de los demás, y los que más sufren son los más débiles
y frágiles. La familia es el ámbito en el cual crecemos y nos
desarrollamos como personas. Aprendemos a decir la verdad, cuidar al
que está enfermo, escuchar al que necesita contar lo que le está
pasando.
La familia es una
pequeña Iglesia. Por eso decimos que la Iglesia es la familia de
Dios. En varios cantos de la Misa rezamos diciendo que “somos la
Familia de Jesús”. En la Iglesia tenemos muchos vínculos con las
familias. Cuando vienen a pedir el Bautismo del hijo, a anotarlo
para la primera Comunión. O en la vida cotidiana en nuestras
Escuelas Católicas. También a las familias que acompañamos desde
Caritas…
Hay una buena noticia de
la familia; ella es uno de los tesoros más importantes de nuestros
pueblos, y es patrimonio de la humanidad entera (cfr.DA 432).
El amor humano es bello
y hace que la persona crezca y se desarrolle en valores, cualidades
y felicidad.
Es desde este amor que
entendemos la necesidad de los límites. Dejar que los niños “hagan
lo que quieran” o que “elijan cuando sean grandes”, no es darles
libertad, sino privarles la necesidad que tienen de ser guiados y
orientados.
Es cierto que hoy cuesta
mucho ser papá y ser mamá. Desde nuestras comunidades parroquiales,
educativas, tenemos una hermosa misión que desplegar.
Cómo no tener el corazón
puesto en aquellos hermanos y hermanas que se han separado y ahora
viven en una nueva unión, de la cual han tenido otros hijos.
“En muchos casos las
personas que viven estas situaciones cargan con profundos dolores
por las experiencias vividas, culpas por el daño ocasionado, dudas
sobre su pertenencia a la Iglesia y su situación ante Dios, y, por
eso, sienten la necesidad de acogida y comprensión” (Aportes para la
Pastoral Familiar, CEA 2009, Nº 129).
Recordemos las
enseñanzas de Juan Pablo II: “Exhorto vivamente a los pastores y
a toda la comunidad de los fieles para que ayuden a los divorciados,
procurando con solícita caridad que no se consideren separados de la
Iglesia, pudiendo y aun debiendo, en cuanto bautizados, participar
en su vida”. (FC 84)
También hoy hay una
exigencia acerca del lugar que ocupa el varón y la mujer en casa y
en la sociedad. Son desafíos que se van presentando cotidianamente.
De manera particular incide en los jóvenes que van dejando el
sacramento del matrimonio y optan por convivir. A veces dan el paso
al matrimonio con ocasión del primer hijo.
Un contraste que se da
es que mientras algunos lugares mujeres optan por un embarazo cada
vez más tardío, en otros se producen embarazos adolescentes. Ante el
crecimiento de algunas posturas abortistas es importante promover la
cultura del cuidado de la vida desde la concepción hasta la muerte
natural. La vida es un don de Dios.
6) Las Fortalezas
Hemos reconocido también
varias FORTALEZAS, que nos pueden ayudar de mucho.
Nuestras comunidades
son solidarias y fraternas. Ante alguna necesidad social
(inundaciones, desastres naturales) o situaciones particulares de
alguna familia hay una reacción espontánea. Pero nos falta crecer en
perseverar en los buenos propósitos una vez que el acontecimiento
deja de ser noticia.
Se pondera de modo
positivo la presencia y acompañamiento de los sacerdotes.
Nuestra Diócesis es bendecida en vocaciones. Todas las Parroquias
tienen sacerdote, aunque no en todas viviendo a tiempo completo. Es
muy importante rezar por los sacerdotes y por las vocaciones
sacerdotales, religiosas, consagradas. Tener un espíritu y corazón
agradecido a Dios.
Nos alegramos también de
la participación activa en la Liturgia y los Sacramentos, así
también como de una espiritualidad orante que sostiene en la
experiencia de encuentro con Dios. Así mismo, muchos han coincidido
en que se percibe una Acción Pastoral organizada a través de
catequesis, movimientos e instituciones.
Todas estas fortalezas
son motivo de alegría, y no debemos descuidarlas, ya que nos
sostienen en nuestro peregrinar en la Fe.
III
REFLEXIONAMOS A
PARTIR DE LA SITUACIÓN SOCIAL Y CULTURAL
1) Valores vs.
Relativismo
Vivimos en un tiempo
complejo. Casi todos los aportes recogidos coincidieron en señalar
que estamos ante una profunda crisis de valores.
Hace poco una Señora me
decía: “Padre, todo parece estar patas para arriba”. Así expresaba
que “las cosas no están en su lugar”. Esto provoca desorientación,
incertidumbre. Muchas veces podemos también dejarnos invadir por el
desaliento o caer en la tentación de la impotencia.
Aunque la realidad sea
muy dura, nunca hemos de olvidar que Jesucristo es el Señor de la
Historia.
El relativismo nos hace
caer en la trampa de que la única medida es el propio yo y la propia
voluntad. Así se llega hasta justificar la corrupción
(pública o privada) que se roba los dineros del pueblo aparentemente
anónimos, favorecida por la impunidad.
Hace falta reafirmar la
necesidad de una ética del bien como valor estable, concreto.
Cualquier cosa no da lo mismo. Hay diferencia entre la verdad y la
mentira, el bien y el mal, el amor y el odio…
Hay valores que son
absolutos y no son negociables.
La verdad no es fruto
del consenso pasajero. La dignidad humana se fundamenta en que
fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. Los Derechos Humanos no
son fruto del consenso de un Parlamento, de uno o muchos Estados.
2) Fraternidad vs.
Egoísmo
Otro de los rasgos
característicos de la cultura actual es el hedonismo e
individualismo. Se promueven estilos de vida consumistas,
materialistas, con la ilusoria fantasía de tener más para ser más.
Los anhelos más nobles y profundos son reemplazados por la
pretensión del éxito fácil y sin esfuerzos. Centrado en la búsqueda
de placer individual como único objetivo, el hombre de hoy se vuelve
egoísta e indolente ante el sufrimiento de los demás. Al perderse el
sentido de fraternidad se desgasta la solidaridad y se pasa de largo
ante quienes sufren.
Los pobres ya no son
explotados u oprimidos sino que han llegado a ser considerados como
“sobrantes y desechables”. (DA 65)
Lo que antes era
pobreza, ha ido derivando en miseria y exclusión social (cfr. Nma
36).
Mucho se ha hablado de
los pobres en estos años. El Papa Benedicto nos decía hace poco que
“una de las pobrezas más hondas que el hombre puede experimentar
es la soledad” (CIV 53).
Por eso el Documento de
Aparecida nos enseña que hay que dedicar tiempo a los pobres, ser
sus amigos, prestarles amable atención (cfr. DA 397 – 398)
La Iglesia nos enseña
que no sólo hemos de asistir a las necesidades más urgentes, sino
que también debemos comprometernos en el cambio de aquellas
estructuras que son generadoras de pobreza y exclusión (cfr. DA 384
– 385 – DCE) Esta es parte de la vocación laical.
Los Obispos de Argentina
hemos propuesto para este tiempo de Bicentenario del 2010 al 2016
erradicar la pobreza y promover el desarrollo integral de todos (HB
5)
3) Sentido de la vida
vs. adicciones
La sociedad, nuestras
comunidades, las familias están profundamente afectadas por el
fenómeno de diversas adicciones. La droga, el alcohol, el juego… se
ha vuelto un verdadero flagelo que lleva muchas veces a situaciones
de angustia, de disolución familiar, de gran desorientación.
¿Por qué ha ido
creciendo el consumo de alcohol a edades cada vez más tempranas?
¿por qué la expansión de la droga? El Papa Juan Pablo II enseñó que
“La drogadicción es síntoma de un malestar existencial en un
mundo sin esperanza” .
La puerta de entrada a
la droga es diversa: para mitigar el hambre o el frío, para evadirse
de la realidad, para desinhibirse ante el grupo, para “probar”… Y
luego se pasa al tobogán de la dependencia de la sustancia. Pero el
centro del problema de la adicción no es la sustancia, sino la
persona.
La droga afecta
especialmente a “los jóvenes que se sienten sin raíces, obligados
a afrontar un presente fugaz y un futuro incierto” (La droga,
sinónimo de muerte. CEA 2007, Nº 2). Ese documento de la Conferencia
Episcopal nos propone caminar en tres direcciones:
- Promover la cultura de
la vida, mostrando que todos somos llamados a la libertad, a la
felicidad. Fomentar políticas públicas en educación y prevención.
Exigir que se cumpla la ley.
- Despejar la falsa
ilusión de que de la adicción se entra y se sale fácilmente.
Acompañar a los adictos y sus familias.
- Denunciar que
detrás de todo esto hay un gran negociado que enriquece a los
mercaderes de la muerte.
Mucho podemos hacer
desde nuestras comunidades parroquiales, comunidades educativas. Que
bueno si logramos comunicar este mensaje a nuestros chicos: “vivir
es hermoso y muy bueno”. Y a los familiares y amigos de los adictos:
“estamos con vos para ayudarte”.
4) La Doctrina Social
de la Iglesia
En la Oración por la
Patria que se reza en muchas de nuestras comunidades, decimos:
“Queremos ser Nación, una Nación cuya identidad sea la pasión por la
verdad, y el compromiso por el Bien Común”. Ese bien común
necesita el compromiso de todos. Debemos pasar de ser “habitantes” a
ciudadanos responsables”. Los habitantes hacen uso de la Nación,
buscan el propio beneficio y sólo se interesan por sus propios
derechos. Los ciudadanos, además de exigir derechos se comprometen
con sus deberes.
El Evangelio tiene
consecuencias sociales. La Doctrina Social de la Iglesia nos enseña
desde la fe, acerca de la dignidad humana, los derechos, el trabajo,
la justicia, la paz, el ambiente, la familia…
“Todo camino integral de
santificación implica un compromiso por el bien común social (…)
Nunca hemos de disociar la santificación del cumplimiento de los
compromisos sociales. Estamos llamados a una felicidad que no se
alcanza en esta vida. Pero no podemos ser peregrinos al cielo si
vivimos como fugitivos de la ciudad terrena” (Nma 74)
CONCLUSION
Queridos hermanos:
les pido dejarnos
conducir por el Espíritu Santo en este tiempo de Asamblea.
Él nos alienta a
trabajar con entrega generosa. Él nos renueva en la esperanza. Él es
nuestro Buen Pastor Resucitado. La Virgen María nos reúna y acompañe
como discípulos misioneros de Jesucristo. Con mi cariño y bendición.
Jorge Lozano Obispo de
Gualeguaychú
25 de abril de 2010
Domingo del Buen Pastor