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Fiesta de la Inmaculada Concepción y apertura de la Puerta Santa

En el marco de la celebración de la fiesta patronal de la Basílica Inmaculada Concepción, de Concepción del Uruguay, el pasado 8 de diciembre Mons. Jorge Lozano abrió la Puerta Santa del Año de la Misericordia en dicho templo.

Luego de una multitudinaria procesión por las calles de la ciudad, Mons. Lozano presidió la Eucaristía en un escenario ubicado frente a la Basílica. Durante la homilía, el obispo expresó que el corazón de María está lleno de ternura porque nos cuida de los peligros y nos alienta en los momentos de tristeza o fracaso. Y le decimos también que es la madre de la Misericordia, recordando la oración de la Salve donde le decimos: “vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos”

“María tiene ojos de misericordia no para mirar en el horizonte perdido sino para mirar en el corazón de cada uno de nosotros.” “Muchas veces sufrimos y nos duele nuestro pecado pero nosotros no somos pecado. Nosotros somos santidad. En el ADN de nuestra condición humana está la santidad y no el pecado. Por eso san Pablo en la segunda lectura que escuchábamos decía que Dios nos ha elegido desde toda la eternidad para que seamos santos e irreprochables en su presencia por el amor”, dijo Lozano.

Luego agregó que “el proyecto de Dios no es el pecado sino la salvación y la santidad. Y por eso María cuando nos mira con esos ojos misericordiosos mira nuestro pecado pero mira mucho más allá, más al fondo de nuestro corazón. Y mirando allí su misericordia percibe nuestra identidad más profunda. Percibe que somos hijos de Dios hechos a su imagen y semejanza”.

Refiriéndose a la apertura de la Puerta Santa, el obispo dijo que “vamos a ser testigos de un acontecimiento muy lindo en nuestra diócesis y en nuestra Iglesia. El poder conocer una iglesia que abre sus puertas para recibirnos. La Iglesia, como María, también es madre y tiene su corazón lleno de ternura. También la Iglesia es madre de misericordia y nos abre las puertas para recibirnos, para acogernos, consolarnos, para abrazarnos y alentarnos en el caminos como hace una mamá con su niño. Para alentarnos e impulsarnos a caminar”.

El obispo de Gualeguaychú expresó que “al abrir la puerta de la misericordia reconocemos que la Iglesia es una madre que sale al encuentro de sus hijos y, como Jesús mismo nos dijo en el evangelio de San Juan, “Yo soy la puerta, el que entra por mí, encontrará la salvación”. Al entrar por esta puerta somos invitados a renovarnos en el amor que Dios nos tiene. Es una puerta para la misericordia. Al dar un paso decidido para entrar daremos un paso decidido a poder gozar de la misericordia de Dios. A dejarnos amar por Él. A dejarnos amar profundamente para superar nuestras miserias y para saber que Él es luz y viene a iluminar las tinieblas más profundas de nuestro corazón”.

“Estar en el umbral de la puerta para dar el buen paso es dar el paso a la experiencia del amor que Dios nos tiene. Un amor que se derrama con abundancia sobre cada uno de nosotros. Un amor que nos compromete a responder con amor. Y nos animamos porque sabemos que contamos con la presencia y la ternura de María”, concluyó

  

 

Homilía completa:

Hoy al mediodía pude ver por televisión el momento en que el Papa Francisco, delante de la imagen de la Inmaculada Concepción, en Roma, hacía su oración y su ofrenda floral. Dentro de esa oración le decía “tu corazón está lleno de ternura”. Una oración muy simple de Francisco a la Madre que también para nosotros es expresión de este cariño que, sabemos, la Virgen María tiene por nosotros. El corazón de María está lleno de ternura. Ella es la madre de Jesús y es la madre de todos nosotros. Un corazón lleno de ternura porque cuida y alienta. Nos cuida de los peligros y nos alienta en los momentos de tristeza o fracaso.

Y le decimos también a María que es la madre de la Misericordia, del amor más hermoso. Un corazón lleno de ternura y una mirada llena de misericordia. En la oración de la Salve le decimos a ella: “vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos”. Recémosle juntos.

María tiene ojos de misericordia no para mirar en el horizonte perdido sino para mirar en el corazón de cada uno de nosotros. María nos mira y no puede hacerlo si no es con misericordia. María nos mira y nos ama, como decía el Papa, con el corazón lleno de ternura y los ojos llenos de misericordia. Y es esa mirada de misericordia la que queremos nosotros también contemplar. Muchas veces sufrimos y nos duele nuestro pecado pero nosotros no somos pecado. Nosotros somos santidad. En el ADN de nuestra condición humana está la santidad y no el pecado. Por eso san Pablo en la segunda lectura que escuchábamos decía que Dios nos ha elegido desde toda la eternidad para que seamos santos e irreprochables en su presencia por el amor.

El proyecto de Dios no es el pecado sino la salvación y la santidad. Y por eso María cuando nos mira con esos ojos misericordiosos mira nuestro pecado pero mira mucho más allá, más al fondo de nuestro corazón. Y mirando allí su misericordia percibe nuestra identidad más profunda. Percibe que somos hijos de Dios hechos a su imagen y semejanza.

A María  le pedimos en una las canciones que nos mire. Le decimos: “si tu me miras Él también me mirará”: Y María puede mirarnos con ternura y misericordia porque como ella canta en el Magníficat, “el todopoderoso miró con humildad a su servidora”. María mira con misericordia porque es mirada con ternura y misericordia también por nuestro Padre bueno. María nos cuida a todos, particularmente en nuestras fragilidades, debilidades y pecados para tomarnos de la mano y llevarnos a encuentro de su hijo Jesús.

¡Qué lindo contemplar el corazón de María lleno de ternur!. Que alegría nos causa contemplar la miarada de María y en ella saber que nos mira con sus ojos misericordiosos.

Vamos a abrir la Puerta Santa, la puerta que durante todo este año jubilar de la misericordia vamos a poder atravesar para experimentar con alegría el amor que Dios nos tiene. Vamos a ser testigos de un acontecimiento muy lindo en nuestra diócesis y en nuestra Iglesia. El poder conocer una iglesia que abre sus puertas para recibirnos. La Iglesia, como María, también es madre y tiene su corazón lleno de ternura. También la Iglesia es madre de misericordia y nos abre las puertas para recibirnos, para acogernos, consolarnos, para abrazarnos y alentarnos en el caminos como hace una mamá con su niño. Para alentarnos e impulsarnos a caminar. Al abrir la puerta de la misericordia reconocemos que la Iglesia es una madre que sale al encuentro de sus hijos y, como Jesús mismo nos dijo en el evangelio de San Juan, “Yo soy la puerta, el que entra por mí, encontrará la salvación”. Al entrar por esta puerta somos invitados a renovarnos en el amor que Dios nos tiene. Es una puerta para la misericordia. Al dar un paso decidido para entrar daremos un paso decidido a poder gozar de la misericordia de Dios. A dejarnos amar por Él. A dejarnos amar profundamente para superar nuestras miserias y para saber que Él es luz y viene a iluminar las tinieblas más profundas de nuestro corazón. Estar en el umbral de la puerta para dar el buen paso es dar el paso a la experiencia del amor que Dios nos tiene. Un amor que se derrama con abundancia sobre cada uno de nosotros. Un amor que nos compromete a responder con amor. Y nos animamos porque sabemos que contamos con la presencia y la ternura de María. Digámosle entonces de nuevo juntos: Madre, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos. Amén.

 

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